por Biol. Andrés Kobe
¿Por qué se usan nombres científicos?
Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos hemos buscado organizar, nombrar y clasificar todo lo que nos rodea, esto siendo aplicado para los seres vivos con los que convivimos. Al inicio, los nombres comunes o coloquiales que se dieron a los seres que nos rodean, no alcanzaron a agrupar a la altísima diversidad que hay en nuestro planeta, generando una alta repetición de nombres para diferentes animales (culebra ratonera, por ejemplo) (Fig. 1).En principios del siglo XVIII los naturalistas comenzaron a considerar el uso de la palabra especie para definir a cada uno de los diferentes tipos o variedades de animales y plantas. Para los 1730s, el naturalista sueco Carl Linnaeus, se dio la ardua tarea de generar un sistema que facilite la clasificación de los seres vivos y en un lenguaje común para todos los ámbitos científicos, empleando el latín como base del mismo. En 1735 publicó el gran libro Systema Naturae en el que establece las bases que actualmente se aplican para clasificar, y por supuesto, para nombrar a las especies. El principal elemento que ayuda a identificar animales entre sí, es el nombre de especie o nombre científico, el cual consiste de dos palabras descriptivas (sistema de nomenclatura binomial), el género y el epíteto específico.
El género corresponde a una categoría en la que se agrupa a animales semejantes o emparentadas, como ocurre con las víboras de cascabel (género Crotalus) o con los camaleones mexicanos (género Phrynosoma). Ahora, considerando la gran diversidad que puede haber dentro de un género, es decir, que haya demasiadas variedades o tipos, es donde se toma en consideración el epíteto específico, el cual es una palabra que describe caracteres, regiones o elementos distintivos de un animal. Esto termina dando a una especie un nombre único, que describe perfectamente a este animal, por ejemplo: Crotalus cerastes (víbora de cascabel cornuda) o Phrynosoma taurus (camaleón mexicano toro).
Cientos de años después, hasta el siglo pasado (s. XX), se estableció la Biología como una ciencia; junto con ella también se desarrollaron múltiples disciplinas internas. Una de ellas buscó comprender la organización y clasificación de la diversidad. Esa disciplina, que, en estos días, se encarga de la nomenclatura de las especies, se conoce como Taxonomía. Sin embargo, la taxonomía no solo nombra, también debe actualizar constantemente la información que existe sobre las especies, incluyendo determinar eventos de especiación (desarrollo de nuevas especies), identificar especies mal clasificadas, ubicar variaciones geográficas o ecológicas, entre otras. Por esto, es normal, que constantemente existan cambios en la nomenclatura de géneros y especies (como se da en el complejo Atropoides-Metlapilcoatlus, o en el Rana-Lithobates).
Precisamente, las frecuentes actualizaciones y cambios nomenclaturales, generan confusión, y a veces, frustración en los no-taxónomos, pero, como hemos visto, es fundamental comprender la labor de la taxonomía y el valor de mantener actualizada la información que existe sobre las especies.
En la siguiente parte o volumen, analizaremos las actualizaciones nomenclaturales, además, de identificar las formas en que podemos mantenernos al tanto de cambios y del establecimiento de los mismos. Trataremos de responder una de las preguntas más importantes respecto a este tema, ¿cómo puedo saber cuándo una actualización taxonómica es confirmada?